Habíamos dejado nuestra última caminata atlántica de Lanzarote en la Playa de San Juan, a kilómetro y medio de la Caleta de Famara, en una auténtica travesía de Spaguetti Western desde La Santa. Hoy cogemos el testigo en el aparcamiento de Las Peñas del Chache, el punto más alto de la isla de los volcanes, con la intención de atravesar buena parte del monumental Risco de Famara hasta alcanzar el Mirador del Río.
La primera sensación al asomarnos al ventanal resulta inmejorable, “oye, lo planificamos y no nos cuadra igual de bien”, le digo sorprendido al colega que hizo el favor de acompañarnos y evitarnos el ida y vuelta. Lo cierto es que a la hora del inicio del sendero, 10 am, esa inmensidad de Risco acostumbra a estar encapotado y a medida que avanza el día va liberándose de nubes para dejarnos esas postales como la instantánea que encabeza este post, que fue la primerita que capturamos nada más bajar del coche y echar a andar.
Al alzar el mentón en dirección a nuestro objetivo comprobamos que el lienzo azul del cielo, el Río y la coqueta disposición de La Graciosa, Montaña Clara y Alegranza (una maqueta parece desde las alturas) nos acompañarían todo el santo día, por lo que la felicidad se trasladó a los andares: flotábamos (o eso queríamos creer) parecido a José Carlos Hernández (maratoniano lanzaroteño) haciendo sus tandas en cualquier rincón de la isla.
Medio kilómetro al norte de Las Peñas del Chache tenemos nuestro primer highlight en el Mirador del Risco de Famara, situado en la conurbación de El Bosquecillo, lo más remotamente cercano a un monte que podrás encontrar en esta isla árida y volcánica.
Lo sensato habría sido tomar la vereda del Barranco de Elvira Sánchez (mapa), intersección entre El Bosquecillo y Haría, pero también a estas alturas de siglo lo sensato es jugar el revés de tenis a dos manos y este par de caminantes lo juega a la antigua usanza, a lo Roger, a una mano.
Una cosa llevó a la otra y nos dijimos: “seguimos por el Risco”.

A paso de tortuga descendimos los bancales y enarenados que dibujan esta parte del acantilado que desemboca en el Mirador Rincón de Haría (mapa), un balcón colosal de doble panorámica hacia La Graciosa y Playa Famara.

Una cresta escarpadísima, que a bote pronto recuerda al Angliru, se presenta justo a continuación del Mirador decidida a castigarnos las piernas si queremos acceder a Máguez. Toca subir y subimos.
Aún sin coronar pero con el corazón en la boca y los sóleos pidiendo sodio por señas, el caso es que la paliza física queda reducida a cenizas, en el olvido inmediato, cuando uno sintoniza visualmente con este paraíso…

Ahora sí, en la cresta de la ola, contemplamos el “sube y baja” que nos queda por delante, preocupantemente igualito o peor al Angliru que acabamos de superar.
Convenía tomarse un respiro.
Máguez y Guinate por el interior
El respiro era ahorrarnos el sube-baja tan escarpado, desviarnos momentáneamente del Atlántico y de paso transitar por este costado de Máguez al que nuestro calzado aún no le había incrustrado huella alguna.

El aroma a terruño nos perseguirá en esta franja que une este pueblito con Guinate, en donde no extrañaría encontrar los hogares con la aldaba puesta sin preocupación alguna de los amigos de lo ajeno. Ni están ni se le esperan…

…parsimonia absoluta.
De vuelta al Río
El Atlántico espera por nosotros al final de Guinate donde se localiza el Camino Guatifay que servirá de enlace con el Camino de las Rositas, cuyo aparcamiento está a reventar de vehículos, símbolo inequívoco que más de uno está aprovechando el diazo para hacer el Camino de los Gracioseros y darse unos baños en la Playa Bajo el Risco.

En Ye están de fiesta, las de San Francisco Javier, pero evitamos el jolgorio tomando la carreterita que bordea al pueblo norteño y te lleva al Mirador del Río.
En la vía hay un trecho en el que el mar se esconde, un tramo de fincas y casitas tristemente abandonadas en este rincón lanzaroteño donde gobierna el Volcán de la Corona.
En el momento que el mar vuelve a asomar…¡cuánta locura! La Playa Bajo El Risco en la que se aprecian algunas “hormiguitas” (bañistas), La Graciosa, 30 veleros posados en Francesa, y esa brutalidad bermeja y amarillenta que es Montaña Amarilla…

Al aproximarnos al Mirador del Río, otro reguero de “instagramers” buscando el reel perfecto…

Y ya punto final en las puertas del centro turístico ideado por César Manrique para admirar el Archipiélago Chinijo. Allí dejamos uno de los dos coches que hemos necesitado para evitarnos el ida y vuelta.

Por el camino, además de las postales, un aluvión de dudas existenciales: la edad de Daniel Medvedev, el nombre y apellido del alcalde de Los Simpsons, y el recitado de las provincias de Castilla y León que vino a la palestra recordando el Cocido Maragato de una de las etapas de nuestro Brokeback Mountain en bicicleta del Camino a Santiago del verano de 2018. La memoria fallando: señal preocupante de que nos estamos haciendo unos viejunos. Pronto nos vemos cantando Two of Us.
Tres años después de aquella kilometrada por las Españas, al final de esta Caminata Atlántica entre las Peñas del Chache y el Mirador del Río no habrá Cocido Maragato pero sí un Tennis Lunch con sabor a Campos Elíseos que desprende el L´Atelier de Lolo.
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