En nuestra vuelta a Lanzarote por su litoral, se nos escapó esta caminata atlántica de 8 kilómetros entre La Santa y Tenésar. “¡Craso error!”, exclamaría el locutor deportivo y le damos la razón, por lo que procedimos a enmendarnos la plana, calzarnos y caminar, que se hace camino al andar.
[DESCARGA LA RUTA: LA SANTA-TENÉSAR]
Partimos de la salida sur del pueblo surfero (mapa), en donde se localiza una red de pequeñas veredas que coinciden en el destino: Montaña Bermeja. Una preciosa cota que reina sobre el morro de Las Betancoras y asiste al festín oceánico, el oleaje salvaje que impacta contra la riada de malpaís volcánico procedente de la erupciones del siglo XVIII.
Las veredas le ofrecen la conexión con Tenésar por el interior o por el litoral. Segunda opción por supuesto, esto va de caminar junto al mar, máxime cuando en la travesía aparecerán la Laja del Sol y su minúsculo caserío, la Cueva de Ana Viciosa, el Risco Negro de Montaña Tenésara y por fin el Cortijo de Tenésar, un pintoresco pueblo donde gobierna la pausa permanente.
A la media hora de camino tropezamos con el Caserío de la Laja del Sol y su canchita de bolas alzada sobre una cresta de la accidentada bahía. En la orilla del lugar la Laja del Sol donde se ponía a secar el pescado.
A unos cientos de metros al sur se localiza la Cueva de Ana Viciosa quien según nos recuerda Agustín Pallarés “gozó de gran predicamento social en Lanzarote en las décadas finales del siglo XVI y las primeras del XVII, especialmente en esta comarca de Tinajo, cuyo señorío privativo se dice que llegó a ostentar. Ha creído siempre el vulgo en su difusa interpretación de estos lejanos hechos históricos que lo de Viciosa era un apelativo que hacía referencia a la vida disoluta y excéntrica de esta mujer –que casualmente lo fue, por lo visto– ignorantes de que el mismo no era otra cosa que su apellido Vicioso con el género cambiado. Estaba emparentada con los señores feudales de Lanzarote y había casado con Juan de León Munguía, mayordomo del señor de la isla, el célebre Agustín de Herrera y Rojas”.
Hay que descender hacia la Cueva de la señora, siendo extremadamente cautelosos, pasito a pasito. La cueva, seguimos con Pallarés, ejercía de “baluarte inexpugnable en que refugiarse durante los ataques piráticos de que era objeto la isla en aquellos azarosos siglos”, pero también tal y como apunta el historiador Álex Brito haciéndose eco de la tradición oral “acudía a ella (a la cueva) para mantener relaciones con jóvenes de la zona y algunos esclavos suyos a los que, a cambio, les daría la libertad”.
En el caso de saltarse el descenso a la Cueva de Ana Viciosa, la vereda prosigue bordeando el litoral hasta Punta Jamú, punto desde el que capturamos una preciosa estampa del camino recorrido. Este enclave, también, supone un cambio de dirección en la ruta al tener que ascender hacia el interior para rodear Montaña Tenésara. En la postal quedan encuadradas las siluetas (de izquierda a derecha) de Alegranza, Montaña Clara y La Graciosa, islas del Archipiélago Chinijo.
Aún alejándonos del mar su murmullo sigue acompañándonos al atravesar amplias zonas de cultivo que contrastan con la habitual fotografía atlántica del sendero. Rodearemos Tenésara para alcanzar nuevamente la costa y el Cortijo de Tenésar, enclave pintoresco donde los haya…
A un puñado de pasos al sur del pueblito, en la bajamar, se forman unos charcos fantásticos para darse unos curiosos baños como guinda inmejorable a la aventura atlántica.
Lo suyo sería hacer el sendero con dos coches y tras el baño volver a La Santa y entregarse a un más que merecido homenaje gastro, la guinda de la guinda, en El Barquillo o en Alma, Tapas & +. ¿Apetece?
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