Las 7 cosas que ver en la isla de La Graciosa, los 7 lugares imperdibles, los 7 enclaves imprescindibles. La Graciosa es una joya posada a una milla náutica al noroeste de Lanzarote. Acompaña en esta zona del Océano Atlántico a los islotes y roques despoblados de Montaña Clara, Alegranza y los Roques del Este y el Oeste, aguas ricas en biodiversidad que delimitan la mayor Reserva Marina de Europa. A La Graciosa, la única isla poblada del Archipiélago Chinijo, sólo se puede llegar a través de la conexión marítima entre el puerto de Órzola (noreste de Lanzarote) y la capital graciosera: La Caleta del Sebo.
Bañador, cholas, crema solar, agua y unas piernas que te faciliten recorrer su espectacular orografía…
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La impresionante pieza de litoral a medio kilómetro al oeste de La Caleta del Sebo se conoce como La Bahía de El Salado que descansa frente al impresionante Risco de Famara.
Agustín Pallarés en su `Historia de Lanzarote´recoge que en esta zona de La Graciosa se hallaron en 2003 «numerosos fragmentos de cerámica realizada a torno, que las dataciones sitúan entre el 1100 y el 900 antes de Cristo». El hallazgo fue realizado por el paleontólogo Francisco García-Talavera Casañas y la datación, a juicio de este científico, «nos sitúa en una época en la que no existe cerámica a torno en toda la fachada atlántica y sin embargo se encuentra en Canarias, por lo que los investigadores expresan su convicción de que esta cerámica podría pertenecer a gentes vinculadas con el Próximo Oriente, en concreto fenicios».
Su silueta de jable le descubrirá multitud de tranquilas calas que limitan con las marismas y lagunas conocidas como La Lagunita y la Baja de la Peña.
Bahía de El Salado, La Graciosa (mapa).
El núcleo poblacional más septentrional de Canarias y el más cercano a la península ibérica: una imaginaria línea recta de 1034 kilómetros separan Pedro Barba del cabo de Trafalgar. El puñado de casas se empezó a levantar a principios de Siglo XX y como es natural sus primeros pobladores procedían de la Caleta de Famara y de Haría (Lanzarote).
Entre 1940 y finales de los 60 vivieron en Pedro Barba entre 60 y 90 habitantes. Es en 1969 cuando prácticamente todos sus vecinos se trasladaron a la Caleta del Sebo o a Lanzarote quedando la urbanización en manos de una sociedad que pretendía crear un núcleo turístico.
Sin embargo, la aspiración turística quedó en papel mojado y Pedro Barba mantiene su simpática estructura urbana, que aparenta ser un pueblito fantasma, con su pequeño embarcadero en privilegiada ubicación, perpendicular a Punta Fariones (Lanzarote). Uno de los atractivos de la visita a este enclave se localiza a unos 500 metros al norte, terreno quebradizo, propicio para la pesca y el marisqueo, en donde bufa el Bufadero de La Graciosa ofreciendo un espectáculo portentoso.
Pedro Barba, La Graciosa (mapa).
Sendero La Caleta del Sebo-Pedro Barba (50 minutos de caminata).
En el camino de vuelta a La Graciosa puedes recobrar energía con un chapuzón superior en el Barranco de los Conejos, una cala recóndita, normalmente solitaria…
A unos 40 minutos a pie desde la Caleta del Sebo (15 minutos en bicicleta), Las Conchas viene a ser la recreación de El Paraíso en la Tierra. Una de las playas más espectaculares de Canarias desde la que además se obtiene una vista primorosa a los islotes vecinos de Montaña Clara y Alegranza.
Playa de Las Conchas, La Graciosa (mapa).
Puerto y capital, la Caleta del Sebo y sus vías de jable son sus dos centenares de casitas, la Iglesia, la Cofradía de Pescadores y apenas medio millar de vecinos, pero también sus miles de turistas que desembarcan cada día en busca del elíxir de la naturaleza.
El origen del núcleo urbano está relacionado con la pretensión de instalar una sociedad pesquera de salazón a finales de Siglo XIX, empresa que no llegó a culminarse y que sin embargo trajo consigo la mudanza de cuatro familias lanzaroteñas. El investigador Agustín Pallarés señala que tras obtener datos orales de la primera persona nacida en La Graciosa (ocurrido el 1 de Enero de 1889) «parece que los primeros pobladores fueron cuatro matrimonios procedentes de Haría pero establecidos en Arrieta como pescadores. Y que debieron hacerlo en la segunda mitad de la década de 1880 tras el cierre de la sociedad de pesquería”.
La Caleta del Sebo, La Graciosa (mapa).
Un desierto salpicado de matorrales que confieren un contrapunto verde a la inmensidad blanquecina-tostada del jable. Son unos 50 minutos de caminata o 20 en bicicleta que bien merecen la pena para dejar la toalla en la paradisiaca Playa Francesa y culminar la aventura con un segundo chapuzón en la Playa de La Cocina que duerme bajo la impresionante Montaña Amarilla.
Noreste graciosero, abierto en canal a los designios del alisio, desierto inundado de conchitas marinas que se enredan en el jable y los matorrales…es una postal onírica donde efectivamente los sueños se transforman en realidad. Un arco, unos charcos y una nutrida colonia de gaviotas que merodea, una playa mal llamada Lambra y se realmente debiera denominarse El Ámbar.
El estudioso Agustín Pallarés nos recuerda que así la denominaba George Glass en el Siglo XVIII que incluyó en su descripción de las islas: “En el lado norte de La Graciosa hay una bahía arenosa llamada por los nativos La Playa del Ámbar (…) al contrario de lo que le contaron o entendió Glass el autor – aclara Pallarés – debió comprender mal lo que le dijeron u oyó al respecto, pues con toda seguridad el tal ámbar gris no era otra cosa que la sustancia de ese nombre producida por el cachalote, que alcanzaba en aquellos tiempos unos precios astronómicos como ingrediente cosmético, alguno de cuyos bloques debió aparecer en aquella playa recibiendo por dicha causa el tal nombre”.
Desde la Caleta del Sebo a La Punta del Pobre, extremo suroeste de la isla, hay un tramo de 6,5 kilómetros. La caminata transcurre por la vía central de La Graciosa que te dirige al norte y se desvía al oeste, en dirección trasera de Montaña Amarilla.
Durante todo el recorrido la vista norte captura la atención del senderista que se enfrenta a las postales de los islotes del norte hasta que alcanza la Punta del Pobre. Ahí, en el extremo suroeste de Montaña Amarilla, Lanzarote y especialmente el Risco de Famara lucen palmito.
En el camino de vuelta aventúrese a dejar la vereda y pegarse lo máximo que pueda al litoral donde los bajos de los acantilados y la marea que abate el lugar se dan la mano para formar unos charcos espectaculares.
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