Esta imagen aérea cortesía de Sergi Puyol resulta sintetizadora: ¡Vaya titanes! Una cosa, ciertamente, es pasear alegremente entre las gerias y otra bien distinta cavar cada uno de los hoyos que componen las 5.550 hectáreas de valle de cenizas volcánicas dedicadas al cultivo de la vid de La Geria.
Los precursores de Manrique del Siglo XVIII supieron darle la vuelta al maremágnum de fuego que arrasó la franja de tierras más fértiles de Lanzarote. ¿Malos tiempos? Adaptarse, observar, sapiencia e ingenio para aprovechar la humedad al fondo del rofe en busca y captura de unos vinos de malvasía volcánica que han trascendido más allá de nuestras fronteras.
Esta travesía sencillísima, de apenas 4,16 kms de recorrido circular que se cubre en tres cuartos de hora, le llevará al corazón de La Geria, a ese manto impecable de rofe aderezado de semilunas de malpaís que protegen a la cepa del alisio, en donde sobrevuela un aroma a vid y al dulzor de higueras centenarias desperdigadas por todo este escenario sobrecogedor.
Pero también, para rizar el rizo, el viaje concluye en el borde sureste del Parque Nacional de Timanfaya, quizá su perfil más espectacular debido a la coqueta presencia de la Caldera del Corazoncillo.
Bodegas La Geria: Principio y fin del sendero
Aparque en la alfombra de rofe de Bodegas La Geria y diríjase a su entrada, justo a la izquierda de la Ermita de la Caridad que pudo ser desenterrada de la lluvia de cenizas del Siglo XVIII. Localizará un ancho camino que parece una plácida autopista hacia el cielo, rectita, a la cadena de volcanes entre gerias y las montañas de El Chupadero y Diama (descarga la ruta).

Hay que fijarse bien porque están mimetizadas en el paisaje, pero tenga en cuenta que entre los viñedos de estos primeros pasos aparecerán dos de las veinte edificaciones (levantadas antes de su declaración de espacio natural protegido). ¿Se imagina que usted esté tranquilito en su casa y alguien merodea en sus dominios? ¿Verdad que no? Pues eso, no hay ninguna necesidad.
Aquí (en la foto inferior) una de ellas, la impresionante Casa Diama. Y al final del camino principal que empieza a estrecharse la de Pepe Manuel camuflada entre frondosas higueras.

Al final de la vereda, mirando siempre hacia las Montañas del Fuego, toca girar gradualmente hacia la izquierda en dirección a Montaña El Chupadero. El valle de cenizas va mutando en malpaís puntiagudo de intenso tono negro y grisáceo.
A las puertas del cielo: Límite el Parque Nacional
Entre dos tierras, los mantos de cenizas por un lado y los de lava por otro, tendrá que recorrer apenas 300 metros en dirección sur de donde emerge esta otra casita encantadora cuyo arbolito recuerda al mítico atardecer en el que Scarlett O´Hara juró no pasar hambre “más nunca”.

Enfrente del hogar soñado del aspirante a novelista se encuentra otro punto de interés, un aljibe en la falda de la loma oeste del Chupadero, pero volvamos al patio de la casita. A la derecha de su terraza está la alcogida (cultura del agua made in Lanzarote) y una puertita volcánica que le lleva al jardín trasero.

Este es el jardincito, al que han acomodado una enigmática veredita que desemboca en esa palmera solitaria que persigue el cielo, propósito que le niega el magma en el que está enraizada.

Al aproximarnos a la palmera comprobamos que, vaya a usted saber cómo, ha aparecido por generación espontánea un sandwich de malpaís, cenizas y una montañita de lavas que nos advierte del inicio del Parque Nacional de Timanfaya.

¡Cuánta locura! Máxime hoy que no se mueve una rama y el panorama resulta más inquietante de lo normal.
Milagrosamente el teléfono marca una delgada línea de cobertura y sintonizo a Bowie porque me siento inmerso en Space Oddity.

Alzado sobre uno de los monturros de cenizas proceda a un 360: Timanfaya al oeste, los Ajaches al sur, La Geria al este, y el Parque Natural de los Volcanes al norte.
Para meterse en la cabina y al contrario que José Luis…no salir de ella.
Sed de Vid
Apure el momento, saboréelo, reténgalo como si no hubiera un mañana. Saciado, toca volver por donde ha venido con el gaznate hecha lija y una sensación de deja vu que te canturrea al oído: ¡bebe, bebe, bebe! Vino volcánico, entiéndase…y bébase.

Y volvemos por donde hemos venido…

La sed a vid se sacia en Bodegas La Geria y si quiere acompañarlo de algún pintxo el rincón de tapas La Cepa lo tiene al ladito del salón de catas.

Con la retina radiante e hipertrofiada, el olfato anestesiado por el aroma a vid e higueras, y el gusto azucarado con malvasia volcánica concluye por todo lo alto esta caminata entre La Geria y Timanfaya.
Vivido: Miércoles 12 de mayo de 2022 entre las 8:55 y las 9:40 am.
COSAS A TENER EN CUENTA
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