158 kilómetros distribuidos en 10 etapas para completar la Vuelta a Lanzarote caminando por su litoral. Empezamos en el noreste, Órzola, descendimos en dirección sur hasta desembocar en las playas de Papagayo para, acto seguido, bordear el costado oeste de la isla afectado en su mayor parte por ingentes cantidades de lava y el colosal Risco de Famara.
En la larga travesía vimos de todo: malpaís, jables de todos los colores, fuego, barcos y trasmallos, olas, cuevas, calas nudistas, embarcaderos y muellitos, faros, hervideros y salinas…¡un festín!
Si frotáramos suavemente a la lamparita de Aladino el susodicho nos concedería este día planchado para seguir girando Lanzarote por su litoral. ¡Qué dispendio de felicidad! Dos de tres personas con las que tropezamos desperdigadas antes de llegar a Costa Teguise, es decir un 66,66%…en bolas. Tal cual. Sin pareo, bañador, ni biquini.
Y aquella pareja que se carcajeaba en el fondo del agujero, flotando en la Cueva del Agua, al borde de Los Cocoteros, incrédula, inmersa en el festín, «oye, ¿les puedo grabar?», pregunté, «¡sin problemaaaaa!», exclamaron dichosos. Y la sal de Guatiza, y el bañadero, también planchado, y el zigzagueo por los acantilados pulidos del litoral previo a Los Ancones…y la ciudad turística más top en la que se pueda vivir: Costa Teguise.
Por supuesto que volvimos hacia atrás y ya de vuelta, pues viajamos al pasado, allá cuando chinijos, en la mejor playa del mundo en la que vimos el mundo y aprendimos de todo: Pila de la Barrilla.
Lo de hoy, aprovechando que el «sherpa» de Kikinda nos abría camino y conversas variadas…¡Qué salvajes Los Ajaches!, podría titularse la crónica que aún está por escribir.
Sube y baja por las lomas y laderas de la agotada y erosionada cadena de montañas que conforma el Monumento Natural de los Ajaches, el sureste lanzaroteño, lo primero que emergió del Atlántico hace millones de años.
Vayan prontito, apuren hasta el último rayo de sol y recuperen la musculatura en las aguas turquesas de las mejores playas de Lanzarote.