La última erupción de Lanzarote no fue la de Timanfaya. Aconteció en 1824 y se prolongó durante «sólo» tres meses. Tal y como nos recuerda Álex Brito en su Rubicón, el pistoletazo de salida a los nuevos vómitos de lava tuvo lugar «el 31 de Julio, después de varios días en los que la isla sintió diversos temblores (…) en especial en la zona centro».
El día señalado (31 de Julio de 1824) «reventó cerca del lugar de Tiagua destruyendo parte del cortijo que el presbítero Luis Duarte tenía en aquella zona». En los primeros estadios de este nuevo proceso eruptivo, sigue recordándonos Brito, «se creó el Volcán de Tao al que seguirían el Volcán Nuevo del Fuego o Montaña del Chinero y el Volcán de Tinguatón, cuya erupción se inició el 16 de octubre de ese año».
Estos tres meses de retorno a los días dantescos del siglo anterior se caracterizaron «por contar con un largo período de terremotos precursores, por el comienzo brusco de las mismas con emisión simultánea de piroclastos y coladas, por las escasas emanaciones de gases combustibles y nocivos, y por la emisión de agua salada en las etapas finales del proceso». La emisión de aguas salobres resultó especialmente significativa «en las erupciones de Tao y Tinguatón».
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El miedo y la incertidumbre
Los habitantes de Lanzarote volvieron a vivir el miedo y la incertidumbre. Los más afectados fueron también los del Volcán de Tao mientras que el de Tinguatón y el Volcán Nuevo del Fuego surgieron en medio de un islote el primero y un islote sin ocupar por las lavas del siglo anterior el segundo.
Por su extensión, duración y características de las erupciones, las consecuencias resultaron prácticamente insignificantes en comparación a la veintena de pagos y pueblos sepultados durante el proceso del Siglo XVIII. También influyó el cuidado especial que tuvo el alcalde mayor y capitán de milicias D. Ginés de Castro y Álvarez: «gracias a sus órdenes – señala el historiador Brito – se realizó también un Diario pormenorizado, lo que posibilitó un mayor conocimiento de lo acontecido que en el anterior de 1730-1736″.
Dicho Diario sólo narra lo sucedido hasta el 20 de octubre de 1824, lo cual ha llevado a considerar que el proceso volcánico terminó ese mismo mes, aunque «lo más probable es que siguiese continuado de manera más suave hasta finales de ese mismo año, en que terminaría sin más incidencias». Desde entonces, 199 años han pasado, los volcanes duermen bajo el subsuelo de Lanzarote, un sueño que no es tan profundo tal y como podemos observar todos los días en Timanfaya.
Para saber más:
- Historia de la Erupción de Timanfaya (1730-1735).
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