La historia de Lanzarote y sus habitantes es una historia de lucha por la supervivencia contra un entorno natural poco dotado en recursos que con el paso del tiempo ha derivado en su beneficio.
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De la Prehistoria a la Conquista
Los primeros habitantes de la isla, conocidos como mahos o majos, procedían del norte de África y llegaron a Lanzarote en torno al año 500 a.C. Mantenían una economía basada en actividades agrícolas y ganaderas, complementadas con el marisqueo y la pesca, las cuales se han seguido practicando en distintas formas hasta la actualidad.
Habitaban en aldeas que se concentraron sobre todo en la zona central de la isla, conocida como el Jable. Allí encontramos el yacimiento de Zonzamas o la Gran Aldea (hoy Teguise). Según las crónicas, los majos eran monoteístas y el culto lo dirigían tanto al sol y la luna así como a algunos elementos naturales de relevancia para ellos.
A propósito del nombre de la isla, Lanzarote, cabe remarcarse que éste procede del navegante genovés Lancelotto Malocello, quien la redescubrió a comienzos del siglo XIV, período en el que se abrió una época de razzias y expediciones castellanas y portuguesas en busca de esclavos, pieles y tintes al ser la más accesible de las islas desde la Península Ibérica.
Cuando en 1402 llegaron los normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle se encontraron con una población en retroceso, lo cual facilitó su conquista. Enrique III de Castilla cede el señorío de la isla a Bethencourt convirtiéndose en esos años de colonización en un señorío feudal que pasó de los descendientes de Bethencourt a otros señores castellanos, aunque durante un breve período de dos años la isla estuvo bajo el control de los portugueses que serían expulsados por los propios habitantes.
Los señores realizaban razzias en el continente africano en busca de esclavos berberiscos durante el siglo XVI. Esta innoble actitud se volvió en contra de la propia isla pues fue asaltada en tres ocasiones por piratas berberiscos: en 1569, en 1571 y en 1586.
Sin embargo, el ataque más grave se produjo en 1618 ya que, además de pérdidas materiales, se calcula que un tercio de la población de la isla fue capturada para pedir rescate por ella. Coincide este período con los estrechos lazos que Lanzarote mantuvo con las islas portuguesas atlánticas, especialmente Madeira, y con el rol de granero del Archipiélago junto a la vecina isla de Fuerteventura.
El fuego que transformó Lanzarote
El devenir de Lanzarote cambió por completo en septiembre de 1730. En esa fecha, y durante algo más de cinco años, la tierra se resquebrajó y comenzó a vomitar lava y otros elementos volcánicos que modificaron tanto el paisaje como la economía lanzaroteña para siempre.
Las erupciones de Timanfaya cubrieron varios pueblos y zonas fértiles provocando la emigración de parte de la población. Además, la tragedia territorial desencadenó varios períodos de hambruna al destruir amplias zonas fértiles dedicadas al cultivo de cereales.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII se introdujo el cultivo de la barrilla y el crecimiento del Puerto del Arrecife permitió una etapa de expansión económica. Al mismo tiempo, se empieza a acondicionar el rofe expulsado por los volcanes para el cultivo de la vid dando lugar al espectacular paisaje de la Geria poniéndose en pie la que resultó la primera bodega vitivinícola de Canarias: Bodegas El Grifo desde 1775.
Este período de crecimiento se frenó en la primera mitad del Siglo XVIII tras la Guerra de la Independencia. La crisis de la barrilla como producto de exportación, los diferentes ciclos de sequías y hambrunas y una nueva erupción volcánica en Timanfaya en 1824, provocaron la emigración forzosa de muchos lanzaroteños en estas críticas décadas.
La introducción de la cochinilla como nuevo producto de exportación a mediados del siglo XIX y la promulgación de Ley de Puertos Francos en 1852 permitió a la isla volver a crecer y disfrutar de una época de prosperidad. La cochinilla sería sustituida pocas décadas después por la industria conservera y derivados de la pesca en el banco canario-subsahariano.
La década de 1960: César y la nueva Lanzarote
A partir de una serie de hitos, la década de 1960 significó un nuevo giro en la historia lanzaroteña. El primero se produjo en 1965 cuando se instala en la isla la primera desaladora de Europa, lo que liberó a Lanzarote de la tradicional dependencia de las lluvias para su abastecimiento y le permitió orientarse hacia nuevos sectores económicos complementarios al agrícola.
El segundo hito tuvo lugar en 1966 cuando el artista lanzaroteño César Manrique retorna para su asentamiento definitivo en la isla tras su estancia en Nueva York. Junto con el entonces presidente del Cabildo insular, José Ramírez Cerdá, se propone convertir Lanzarote en un destino turístico en el que la combinación del paisaje, la naturaleza volcánica, la arquitectura tradicional y el arte se convirtiesen en elementos definitorios de Lanzarote.
A partir de entonces, la isla se vuelca en un turismo que busca algo más que playas y buen clima, un turismo donde el arte y la naturaleza se acople de manera única en una serie de centros que se fueron creando por toda Lanzarote. El Monumento al Campesino, el Mirador del Río, los Jameos del Agua, el Museo Internacional de Arte del Castillo de San José, el Centro de visitantes del Parque Nacional de Timanfaya junto a la Cueva de los Verdes y la propia casa de César Manrique son los elementos que vertebran la oferta principal creados entre las décadas de los sesenta y los setenta. Y el germen de un turismo sostenible que hizo a la isla merecedora del título de Reserva de la Biosfera otorgado por la Unesco en 1993.
Sin embargo, ya desde comienzos de la década de los noventa se empezaron a notar algunos aspectos de un modelo desarrollista a pesar de la concienciación ambiental de los habitantes de la isla, lo cual se ha traducido en un importante crecimiento económico de la isla a costa de la sostenibilidad. El aumento notable de la población así como el dominio del sector servicios frente a otros ámbitos económicos han provocado cambios sustanciales en la sociedad lanzaroteña.
En la actualidad, Lanzarote se enfrenta a un importante reto y es la toma de decisión sobre qué futuro desea tener: aquel que la ha convertido en un lugar único en el mundo u otro donde se corra el riesgo de perder las esencias fundamentales de la isla y de sus habitantes. A la compatibilización del desarrollo económico y la sostenibilidad del medio natural es a lo que se enfrenta la sociedad insular en esta segunda década del Siglo XXI.
La Historia continúa…
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