En pleno julio de 2024 el cestero Don Eulogio Concepción cumple 73 años domando el palmeral de Haría. Ciertamente, viéndole mimar con brío las lascas de los pírganos, quién podría sospechar que el 17 de este mes soplará dos velitas que darán forma al 91. Nació en 1933 en Güimar (Tenerife), a donde se vio obligado a emigrar su padre Pancho a trabajar en los tomateros. Sin embargo, muy pronto la familia volvió al lugar al que pertenecía: Haría y sus mil palmeras.
Con los cestos empezó «a escondidas», 18 primaveras tenía, es decir, en 1951, porque para qué ser comercial del artesano si uno mismo podía elaborar las cestas y sacarse unas pesetas extra vendiéndolas directamente en aquel Lanzarote de mediados de siglo en el que «no había ni carretillas y todo se hacía con cestos», recuerda arqueando esos ojos sabios mientras apostilla que las actuales joyitas artesanales resultaban de máxima utilidad en aquella época: para la vendimia, para que descansaran las papas, para cargar el estiércol…
Al pírgano, que es la parte delgada y dura del tallo de la palmera, hay que rasparlo en el barranco cercano al taller de Don Eulogio, dejarlo secar, escamarlo, abrirlo y cortarlo a la medida de cada tipo de cesto «porque las cosas hay que hacerlas como hay que hacerlas». «Ésta por ejemplo – dice al respecto de la cesta que está cobrando vida bajo los designios de sus manos – es para la vendimia que se aproxima y debe tener 40 centímetros de altura, medio metro de asa a asa y un fisco menos por los lados, pero están esas otras más cumpliditas – señala a uno de los expositores frente a su butaca – que son las barquetas que tienes que cortar de otra manera».
Esas manos curtidas perdieron la cuenta de los cestos elaborados durante décadas en las que Don Eulogio iba de casa en casa haciendo cestos por Los Valles, El Mojón y allá donde lo llamaran. Atrás quedó el cortijo de Manguia al que nunca volvió «porque no conseguía suficientes cuartos» y el estampido de pírganos siempre estuvo próximo ya fuera tras el servicio militar o durante sus años en la Sociedad de Haría en los que aseguraba que todo estuviera en orden y se cumpliera el reglamento que los socios dictaminaron para el buen funcionamiento: «las cosas son como son y si tenías que quitarte el sombrero te lo quitabas fueras quien fueras».
El único cestero
La fortaleza y agilidad física de Don Eulogio sorprenden, pero la trastienda de su memoria simplemente apabulla. «Qué cabeza tan privilegiada tiene su padre», le comento a su hija Reyes que acaba de llegar con el almuerzo en el tupper. «Empieza y no acaba», responde para acto seguido darle cuenta de los troncos de baleo que están por llegar de los cuales también se ayuda para extraer la parte que le facilita componer una de las obras que su vertiginosa imaginación renueva.
La buena noticia alivia a Don Eulogio que precisa de palmera como aquel que sigue moviéndose y levantando pesas para sentirse vivito y coleando. El palmeral cuidado, el material podado reutilizado y un cestero lleno de vida creando cestos, botelleros, cestones, lámparas…la cuadratura de un emocionante círculo.
Lleva años siendo el único cestero de la isla (convivió con siete), le ocupa y preocupa «que esto no se pierda». Misma ocupación y preocupación que ha elevado respetuosamente a quienes en procesión le han visitado en su taller: alcaldes y alcaldesas, consejeros de Cultura, el presidente del Gobierno de Canarias Manuel Hermoso…»yo agradezco las placas, los reconocimientos y la escultura, pero lo que yo quiero es que esto no se pierda», insiste.
Por eso coge el teléfono a quien le llama de Gran Canaria explicándole que las hojas ceden y se parten y Eulogio le ofrece la solución: «te faltó enchumbarlas más tiempo». «Las palmeras están secas – explica cuando desecha una hojita con rastro de daños -, ya no sufren del picudo rojo (una enfermedad que padeció el palmeral de Lanzarote tiempo atrás), ahora es otra cosa y si no se cuidan las mil palmeras de Haría terminarán siendo quinientas».
Casi un siglo de Lanzarote lleva este hombre en la cabeza que se mantiene vital y tan vivo porque siempre fue tan activo «y nunca fui de ir a la cantina». La radio la prende y le acompaña al tiempo que cobran vida sus cestos «para saber cómo va el mundo» dice curioso quien aprendió todo mientras lo hacía porque «al colegio iba cuando podía».
Que a Don Eulogio no le falten hojas para continuar con su obra que apenas se diferencia de su vida. Vida y obra, obra y vida: tan lúcido ayer como hoy. Tan lúcido para ahuyentar a quien quiere comprarle una cesta por 3 euros: «¿Y eso qué es? ¿Para un café? Tengo entendido que en París cuesta eso un café…pero esto no es París», los ahuyenta socarrón porque las cosas valen lo que valen. En efecto, Don Eulogio, las cosas son como son.
Si están de ruta por Haría y quieren una obra de arte peculiar, 100% Lanzarote, pregunten por el taller de Don Eulogio. Le situarán (no tiene pérdida) muy cerca de la Casa-Museo de César Manrique.
Nota: La conversación con Don Eulogio que dio pie a este post tuvo lugar el viernes 5 de julio de 2024 entre las 11:30 y las 13:30.