El Camino de Santiago de Gran Canaria une el sur de la isla redonda (ese pequeño continente) con el Templo Matriz de Santiago de los Caballeros de Gáldar (en el noroeste de Gran Canaria), levantado en 1482 y erigida en parroquia de Santiago Apóstol en 1486.
La travesía de 66 kilómetros resulta la primera y más antigua sede jacobea fuera de los dominios territoriales de Europa y plasma sobre el terreno, según la tradición oral, el itinerario emprendido por unos marineros gallegos a principios del Siglo XV con la imagen de Santiago «el chico» en la espalda, de camino a lo alto de la Caldera de Tirajana, en acción de agradecimiento por sobrevivir a un temporal de mar.
Aquellas andanzas de los marineros gallegos partieron del entorno del espacio que ocupa hoy, y desde 1861, el Faro de Maspalomas (Historia). Allí nos plantamos al amanecer del pasado 14 de mayo, 7:30 am, para hacer camino al andar atravesando muchos de los caminos y senderos que ya eran utilizados por los antiguos canarios que ejercían de elementos vertebradores de sur a norte de Gran Canaria.
A estas horas, las terrazas del entorno del Faro apuran el baldeo de sus estancias mientras que el fumet de los arroces va tomando forma en las cocinas cuyo aroma, aún recién desayunados, nos abre el apetito trasladándonos a profundidades atlánticas.
En los alrededores de la charca, como tigres agazapados, se despliega una veintena de fotógrafos. Están de caza, pero en lugar de cebras (presa preciada de tigres y leones), buscan inmortalizar un instante: una postal mágica del amanecer de las dunas y su oasis.
Estos primeros pasos coinciden con la zona por la que transitó Colón en su escala en Maspalomas antes de su cuarto viaje al Nuevo Mundo, el 24 de mayo de 1502, es decir, hace 519 años y 355 días, para proveerse de agua salobre y leña de tarajal, ideal para hacer fuego (+INFO del Cuarto Viaje de Colón en Maspalomas).
Don Cristóbal y su expedición, que viajarían a las Américas en la carabela Santa María y las naos Gallega, Santiago y La Vizcaína, tuvieron que alucinar con la estampa de la Charca, el Palmeral y el interminable dunar. Hablamos del humedal más importante desde el punto de vista medioambiental de Gran Canaria y en consecuencia un sitio de interés científico que obviamente está debidamente protegido (Declaración de Reserva Natural). ¡Respect!
Caldera de Tirajana: No te olvides el agua
Nuestro destino en esta primera etapa se sitúa en el casco histórico de Tunte, a 28 kilómetros, ojito a eso, con desnivel ascendente acumulado de 1.100 metros desde el mar, a pie de faro, al pueblito encantador de medianías. Hay que tener presentes estas dos variables, sí, distancia y desnivel, sin embargo, antes de afrontar el Sendero S-54 (descarga la ruta) debes contar con otros dos factores de mayor entidad:
1) No corre ni una mota de viento por esa inconmensurable Caldera de Tirajana, completamente asocada del alisio norteño por la Cumbre de mi Gran Canaria.
2) Íntimamente relacionado con el primer factor. Hasta Fataga, a 22 kilómetros del Faro, no encontrarás nada (ni mucho menos a nadie), ni supermercado, ni gasolinera, ni pequeña ventita…la nada que te provea de agua. Así que, advertidos que íbamos, en nuestra mochila iban tres botellas de litro y medio (cantidad para una sola persona).
Con Maspalomas a nuestra espalda y ya bien adentrados en la Caldera, uno que viene de Lanzarote alucina con el parecido más que razonable del lugar con Los Ajaches de Femés y sobre todo con el Barranco de Tenegüime de Guatiza. Lo que cantamos en Navidad, «Una sobre el mismo mar«, cobra pleno sentido.
Estas pechadas ociosas, con cremita solar, sombrerito de Decatlon, plátanos, frutos secos y agua en abundancia, entre tabaibas, cactus, y un porrón de cardones, contrastan con un tiempo (no tan lejano) en el que los que habitaban las islas tenían que arremangarse, e ingeniárselas, para como en el caso que nos ocupa trasvasar agua que nutriera los campos sedientos de San Fernando de Maspalomas.
Los muchos puentes que serpentean el Barranco de Fataga constituyen un milagroso acueducto, una de las obras hidráulicas más extraordinarias de Canarias que lograba su cometido: regar las zonas de cultivo del sur. Una osadía acometida hace siglo y medio que te dejará perplejo no solo por el tamaño del proyecto, la de piedras que tuvieron que ir amontonando de sol a sol, sino por lo coquetos y cuidadosos que fueron ultimando esta preciosa locura. ¡Titanes!
El cardón, símbolo de la flora canaria (habita en todas las islas excepto en Lanzarote y La Graciosa), y en plena caldera resulta lo más parecido a aquellos Gremmils a los que echabas agua y se multiplicaban. Las laderas que limitan la vereda están preñados por un montón de ellos, de distintos tamaños y colores, en estrecha compañía en muchas ocasiones de otro clásico de la flora del Archipiélago: las tabaibas.
Lo que no van a encontrar, ya se lo decimos, es una sombra en todo el camino que no sea la suya propia hasta que superen la Necrópolis de Arteara.
Necrópolis de Arteara
Al borde del mayor cementerio aborigen de Gran Canaria, sin duda uno de los highlights de la jornada. La Necrópolis de Arteara ocupa más de 130 mil metros cuadrados y alberga 809 estructuras tumulares, con enterramientos individuales y colectivos.
Se eleva sobre un monturro interminable de malpaís, un apilamiento de fonolita procedente de un gran desprendimiento. Se interpreta que Arteara era lugar de culto a los astros de los antiguos canarios hasta el punto de que levantaran el «Túmulo del Rey» en un punto estratégico para que el sol lo iluminara justo en el día del solsticio de diciembre.
De espaldas al mar, la ruta ha ido por el costado izquierdo de la Caldera y haciendo camino al andar nos preguntábamos, pero, ¿dónde están las mil palmeras del Barranco de Fataga que osan ellas (a ver con qué permiso) a competir con las mil palmeras harianas?
¡Vaya por Dios! Plantadas, esbeltas, verdes que las quería verdes, ahí estaban esperando, por el costado derecho de Tirajana. Competencia aceptada, preciosa y paradójica estampa la del incontable palmeral de Fataga. Otro oasis y van ya unos cuantos.
De Arteara a Fataga
El pequeño pago de Arteara conforma el primer reducto urbano tras más de una quincena de kilómetros inmersos en la Caldera. Pintoresco, con su centro de interpretación del paraje histórico que acabamos de presenciar y un miniparque de atracciones para el turisteo que esté de paso. A grandes rasgos, esto es Arteara.
Abandonamos el simpático casco urbano ascendiendo una loma empinada que nos lleva por amplias zonas cultivadas y caserones desperdigados.
La caminata se allana hasta prácticamente la entrada a Fataga, un caserío entrañable, de aroma a terruño recién plantado e impecable factura arquitectónica con esos tejados tan característicos que le dan un porte muy especial.
Ahora sí encontramos una sombrita, en el bar del pueblo donde descansamos brevemente y nos agenciamos con otro litro y medio de cara al último y angustioso tramo hasta Tunte. «Bohhhh, hora y media mínimo», nos advierten. «¿Cómo va a ser eso, buen hombre?», lloriqueo. «Tire, tire y compruébelo usted mismo».
Tiré, claro, ¿qué iba a hacer? ¿Dimitir? No está de moda, no se lleva. Así que cuesta arriba y con el freno del cansancio acumulado puesto…venga, el Camino de Cuesta Fataga, chiquita fatiga.
Si hasta el Mortirolo tiene un final, la Cuesta de Fataga también lo tiene. Alivia encontrarse esta postal y lo que se adivina una llanura que desemboca en Tunte.
Tunte era aldea antes de la conquista y los nuevos pobladores cristianos le vieron condiciones para asentarse. Enclave estratégico para la siembra y el pastoreo, con el paso de los siglos se ha transformado en una preciosa villa monumental de calles adoquinadas.
En el descenso pronunciado hacia el centro del casco histórico, preguntamos por un sitio para saborear algún guisote tradicional que nos pueda resucitar. «D´Romería», aconsejan, y aunque el cuerpo no está para irse de romería reservamos mesa y una ración de ropavieja que nos quitará hasta el hipo después de una ducha fría de unos 15 minutos.
Pan de ajo, una ropavieja soberbia y más agua que cría patos en el estómago…nos merecemos una guinda dulzona. En la panera de Tunte (nos soplan por lo bajini) clavan la tarta de Santiago. Blanco y en botella…tarta de Santiago.
Piernas maltrechas, pero con el espíritu recobrado tras este festín paisajístico, histórico y cultural, toca descansar, drenaje natural, patas parriba sobre un monturro de cojines, algo de música y a dormir cuanto antes, que mañana toca ascender a la Cruz de Tejeda.
Vivido: 14 de Mayo de 2022, 7:30 am-14:45 pm.
LANZAROTE3.COM
Si has llegado hasta aquí, déjanos comentarte que desde 2013 recorremos Lanzarote en busca de su esencia para que la disfrutes como un local.
Informaciones, historias, fotografías como las de este post, las podrás encontrar en nuestra guía, pero también en su extensiones en las redes sociales, a las que te invitamos a seguir o suscribirte.