La Historia de Arrecife de Lanzarote está salpicada de cientos de episodios desde su primer asentamiento a mediados del pasado Siglo XV. Sin embargo, con independencia de las vicisitudes, penurias y vaivenes, siempre, hasta hoy, permanece una constante en el modus vivendi de quienes la vivieron y la viven: el mar.
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Y entre su frente portuario y el precioso litoral del que emergen islotes, castillos y arenales…el Charco de San Ginés, germen de la ciudad y continuación de ella que derivó en su capitalidad isleña en 1852.
La Puntilla del Charco de San Ginés: el primer asentamiento
Según Agustín de la Hoz en su libro El Charco de San Ginés, el primer asentamiento humano en Arrecife viene a darse inmediatamente después de la conquista franco-normanda, mediados de Siglo XV, con Lanzarote bajo dominio portugués «construyeron amullaramientos en las abras del Charco de San Ginés y levantaron La Puntilla, donde estuvo la Plaza del Silencio, un caserón medio a medio entre plaza fuerte y mansión gubernativa».
Cuando llegan a la isla los nuevos señores de Lanzarote, Diego García Herrera e Inés Peraza de las Casas, «se acentúa la importancia estratégica del Arrecife ya destacada por los cronistas betancurianos y por los capitanes de Enrique el Navegante (…) el valor que tiene el Charco de San Ginés como puerto de refugio: Puede recibir y guardar hasta diez y seis (embarcaciones) sin temor a tempestades ni asaltos por sorpresa».
Los lazos con el mar de aquellos primeros arrecifeños quedaron sellados, pues, en este brazo de mar que conforma la ribera capitalina, cuyas aguas ricas servían, además de refugio, como fuente de vida. Siguiendo a De la Hoz «la existencia de un taro así como de un goro (elementos arquitectónicos) demuestran la convivencia entre el Charco y los primeros residentes de la zona, pescadores y agricultores».
El puerto y los dos castillos
Arrecife como puerto principal de la isla, rodeado de islotes y peñascos, la hacían especialmente estratégica para su defensa en una época en la que los ataques de piratas berberiscos eran frecuentes. A este respecto, el ingeniero Torriani, mandado por la Corona, resaltaba la seguridad de la bahía para que en su frente marítimo se edificaran fortalezas que ejercieran de vigías.
El primero en levantarse fue el de San Gabriel, conectado en la actualidad con el símbolo de la ciudad de Arrecife, el Puente de las Bolas, y algún tiempo después el Castillo de San José. Figúrense el ajetreo de la piratería que un pirata Morato en 1586, adentrándose en la isla por Los Ancones (a 10 kilómetros de Arrecife) asaltó la fortaleza de San Gabriel, prendiéndola y arransándola. Castillo que tuvo que ser reconstruido en sucesivas reformas.
Parroquia, ciudad desde 1798 y el comercio de las Américas
Un hecho fundamental cambiará el devenir del pequeño poblado hasta convertirlo en ciudad (desde 1798) y nueva capital insular (desde 1847). El factor fue la liberalización del comercio con América dictada en 1778 por Carlos III y tal y como subraya Agustín Pallarés en su Historia de Lanzarote «en cuanto a Lanzarote respecta, dicha medida le supuso claros beneficios al serle posible disponer de la exportación de su producción agrícola y ganadera sin tener que contar con los impedimentos legales que hasta entonces dificultaban el libre comercio con las prósperas y extensas tierras del continente americano».
El fomento comercial, el erigirse en único puerto de la isla y la práctica desaparición de la piratería contribuyen decisivamente en la fundación de Arrecife como ciudad, en el año referido anteriormente, 1798. En esos años la hasta entonces pequeña ermita de la trasera del Charco (levantada desde el Siglo XVI) fue tomando cuerpo hasta constituirse en iglesia parroquiana.
Como fruta madura iba a terminar recayendo el peso administrativo y político donde ya, de facto, se ejercía el liderazgo económico de Lanzarote. Arrecife contaba también con el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción lo que resultó decisivo para alcanzar la categoría de capital de la isla en 1847. Pallarés remarca que a pesar de la importancia del proceso de cambio de capitalidad de Teguise a Arrecife «pasó totalmente inadvertido oficialmente, sin que se organizara ningún acto público que lo celebrara».
Para entonces, tal y como nos recuerda el historiador Álex Brito en su Rubicón, Arrecife «ya era un núcleo de población más que consolidado que desarrollaba una trama urbana articulada en torno a las carreteras que salían hacia Tías, San Bartolomé y Teguise. Y que contaba con un gran número de viviendas, una parroquia, dos castillos, una carnicería, una pescadería y hasta una cárcel real, imponiéndose, desde entonces, como el principal centro urbano de la isla».
Arrecife capital de Lanzarote: Ciudad pesquera y de la sal
Desde aquella declaración como capital insular, la ciudad fue creciendo, como siempre, en torno al Charco de San Ginés, ya con el puerto, el Puente de las Bolas y el Muelle de la Cebolla como elementos fundamentales de la trama urbana y marinera. Arrecife era lugar de trueque comercial, pescado, cebolla, camellos en los aledaños de la marina capitalina.
Y siempre el mar, aunque inexplicablemente en el Siglo XX se le empezara a dar la espalda. Y de ese mar, el Charco, cuyo fondo y márgenes son los restos de una caldera volcánica que según la describe De la Hoz «se inunda y se achica por dos bocas naturales (…) por donde entraban y salían peces costeños del Atlántico canario – lisas, salemas, seifios, romeros, pejeverdes y hasta la sabrosas morenas y santorras – e incluso se recogía abundante iscadura para la pesca menor – miñocas, camaleones y carnavieja -«.
Arrecife entra en el Siglo XX transformando su cultura pesquera en industria como alternativa económica. Brito apunta que ante la carencia de cámaras frigoríficas que permitiesen una estabilidad en el estado de conservación de las capturas «se fomentó la opción de un recurso bien conocido en las islas: la salazón. De esta manera, la sal se convirtió en un elemento imprescindible en la nueva coyuntura económica, sobre todo conseguirla de manera barata, rápida y en cantidades importantes».
Sin embargo, los salinares quedaban lejos de la capital por lo que a marchas forzadas la ciudad construyó varias salinas. Seguimos con Brito «las salinas fueron apareciendo poco a poco en su entorno (de Arrecife) a partir de la década de 1920. Los complejos salineros se fueron construyendo en las entradas y salidas de la ciudad, en lugares muy próximos a la costa y, sobre todo, muy bien conectados con el puerto de Naos, el lugar de consumo de la sal». Tan importante resultaba la sal que la conservera Lloret y Linares pasó a ser propietaria de varios salinares de Arrecife (Arrecife: Ciudad de la Sal, por Alex Brito).
Los años de posguerra civil trajeron consigo carencias, lo que condujo, otra vez, a extremar el ingenio para resistir en aquella ciudad de costeros que pescaban en el banco sahariano, y obligaba a niños a pasar a adultos saltándose la infancia colaborando con la economía familiar.
Hubo visitantes ilustres, Reyes, periodistas viajeras como Olivia Stone (ella el siglo anterior), recibidos y paseados a camello, hubo acontecimientos como el amerizaje de algún hidroavión en la bahía planchada para alborozo de la población, así como la tímida llegada de los primeros turistas al viejo Parador de Turismo. Los bailes de asalto, las parrandas y los Carnavales aliviaban la estrechez y la necesidad de sus gentes de racionar hasta el agua en aquel Arrecife que apenas superaba las 5 mil almas.
La llegada del turismo: la ciudad porteña que fue
La feliz incorporación de Lanzarote al turismo en la década de los 70, no en vano, la lucha titánica durante siglos frente a la incertidumbre económica ha derivado en florecimiento y abundancia en estas últimas cuatro décadas, y el nuevo mapa geopolítico con España, y Canarias, inmersa en la Unión Europea desde 1985 conllevó a la paulatina pérdida de peso de la pesca y su industria asociada en el PIB local. Ello también ha afectado al modus vivendi arrecifeño aunque su papel administrativo y político de líder insular se mantiene intacto. El turismo ha generado un incremento notable de la población en la capital, rozándose en la actualidad los 60.000 ciudadanos que la habitan.
A día de hoy, noviembre de 2022, es decir a 25 años de que se cumpla el bicentenario de su capitalidad lanzaroteña, Arrecife se mantiene estancada sin explotar su razón de ser, el brazo de mar que abarca el Castillo del Islote de Arriba (el de San José) y la Playa del Reducto, ni el resto de su entramado urbano que clama por un revolucionario lavado y planchado de cara.
Aún así, mantiene su impronta en su frente litoral, donde se despliegan poderosas razones y motivos para hacerle una visita pausada…de día o de noche. Al principio o al final (o en medio) de su tour, pásese por el Charco y su Puntilla, allí donde nació Arrecife.
Fuentes bibliográficas
La redacción de este post bebe de las siguientes fuentes bibliográficas:
- El Charco de San Ginés, Agustín de la Hoz (Editado por el Ayuntamiento de Arrecife).
- Historia de Lanzarote, Agustín Pallarés Padilla (Editado por el Cabildo de Lanzarote).
- Fotografías antiguas para ilustrar el post: Proyecto Medusa del Gobierno de Canarias sobre la Tierra de Galdós.
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