En la Plaza de Los Remedios de Yaiza, parroquia desde 1728 (Historia de Yaiza), arranca esta ruta circular con principio y fin en el pueblo sureño.
La travesía te lleva en volandas hacia la Atalaya de Femés para divisar dos islas en una: Lanzarote, la más antigua, al Este, desgastado y erosionado el Monumento Natural de Los Ajaches, y al Oeste, la nueva isla, nacida al albur de las corrientes de lava de las erupciones de Timanfaya.
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El extenso Valle de Fenauso se despliega por la trasera de Yaiza, a la altura de su Camposanto, y nosotros vamos a bordearlo en dirección norte-sureste ascendiendo las cotas montañosas que limitan las terrazas agrícolas hasta coronar la Atalaya de Femés a más de 550 metros de altura.
Desde prácticamente iniciada la ascensión el desfile de postales se sucede como aquel carrete eterno de diapositivas que nos proyectaban en Historia del Arte. Aquí, en lugar del Gótico y el Románico son las coladas volcánicas derramadas en el Siglo XVIII y las casitas de Uga y Yaiza las que protagonizan el cuadro.
De los campos cultivados que daban vida a Fenauso apenas quedan unas migajas de verdor producto de la agricultura de fin de semana. Son las granjas de Chacón y la kilométrica finca de Rosa las que mantienen la huella del sector primario. Superado el primer gran desnivel estamos situados entre dos tierras…
…el ocre de Los Ajaches fundido con la espesura negra de Timanfaya, a izquierda y derecha, según donde pongas el foco de tu retina, te acompañarán en todo momento hasta que corones la Atalaya de Femés. Asombra cruzarse con tanto runner a quienes no asusta (más bien lo contrario, les motiva) el acusado desnivel de la travesía.
En el camino hacia la cima de la Atalaya de Femés va asomando la silueta de La Degollada, un minúsculo caserío situado a unos 3 kilómetros al Este de Yaiza, por el que da la sensación de que los siglos lo dejaron congelado. Citando a Agustín Pallarés, en su estudio histórico de Lanzarote en el Siglo XVIII, a propósito de La Degollada:
«El ingeniero militar José Ruiz Cermeño en su informe de 1772 le asigna 7 vecinos y Pedro de Olive en 1860 dice que tiene 86 habitantes». En 2022 deben ser una treintena de vecinos habituales a los que se suman no muchos más los fines de semana. ¿50-60 vecinos con suerte? Menos que en 1860. Pasaremos por su seno a la vuelta hacia Yaiza y notaremos el grito más grande del mundo: el silencio sepulcral.
A medida que nos aproximamos a la Atalaya, y a su mirador estratégico, la panorámica suroeste-oeste adopta una nueva dimensión al contemplar la magnitud de las erupciones. A donde alcanza la vista, todo es devastación: infinitas riadas de lava, cenizas de lapilli, montañas bermejas que se salvaron de la quema, el territorio ganado al mar por el fuego.
Por si el éxtasis no tuviera fin, al bordear la Atalaya aparecen las Salinas de Janubio, su lago, y la playa de arena negra. Se aprecian también las pequeñas lenguas de terruño que no avasalló el fuego y donde crece tímidamente la hierba cuando caen tres gotas sobre Lanzarote.
La vereda desciende primero hasta La Degollada, donde decíamos puede cortarse con un cuchillo mínimamente afilado el silencio en finas rodajas, hasta desembocar, de vuelta, en Yaiza y su coqueto urbanismo que asistió atemorizado al desfile del fuego ante sí.
Fueron dos horas y media de caminata intensa, pero mayor calado dejaron sus panorámicas inquietantes en 11 kilómetros de recorrido. Más que merecida una ración de ricas garbanzas, las más míticas de Lanzarote, las del Bar Stop, como colofón a la jornada de senderismo.
Vivido: Sábado 5 de Noviembre de 2022 de 9:20 a 11:50 am.
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